Banderas norteamericanas ondeando en un mástil y la Estatua de la Libertad en el horizonte: ¿puede haber algo que represente de forma más pura el espíritu patriótico de los Estados Unidos? Esas dos imágenes aparecen durante unos segundos en la primera escena de ‘Seven Seconds’, la nueva serie de Netflix, como recordatorio de que lo que estamos a punto de ver busca el contraste entre los valores de una nación que se cree modélica y la inmoralidad de las personas que la conforman. Crimen, asesinatos, prejuicios, justicia, racismo: un cóctel explosivo para la era de Donald Trump.
Aunque se estrenó el pasado 23 de febrero en la plataforma de ‘streaming’, esta serie creada por Veena Sud no ha tenido demasiada repercusión en nuestro país, una vez diluida entre el extenso catálogo de novedades de cada semana (sin ir más lejos, aquel mismo día se estrenó la esperada ‘Mute’ y la serie documental ‘Ugly Delicious’). O, quizás, se sienta como una historia demasiado instalada en los problemas norteamericanos. No os engañéis: este ‘show’ habla de todo país en el que los prejuicios son un elemento más de la justicia, donde las fuerzas del orden esconden crímenes a placer y la mentira es parte fundamental del sistema. No suena tan distinto a nuestra realidad, ¿verdad?
Analizamos la primera temporada de ‘Seven Seconds’, que está pensada por sus creadores como una antología de dramas judiciales. Es decir, que al igual que series como ‘True Detective’ o ‘Fargo’, estará compuesta por historias que concluirán por completo en el último capítulo de cada temporada. Aunque amantes del formato, nos puede la nostalgia: qué bonito sería volver a ver a los dos justicieros protagonistas de este primer relato juntos de nuevo. Perros incluidos.
[Spoilers muy gordos a partir de aquí]
EN SÓLO SIETE SEGUNDOS
La trama de la serie empieza con lo que tradicionalmente sería el final: la verdad sobre un asesinato, con pelos y señales, ante los ojos del espectador. Tras aquellas banderas ondeantes y la visión de Long Island que comentábamos al principio de este artículo, vemos un coche azul conduciendo entre la nieve con gran celeridad. Es Peter Jablonski (Beau Knapp), un joven oficial de policía que intenta desesperadamente saber qué ocurre con su mujer (está embarazada y con algún que otro problema en el hospital). De pronto, algo golpea el coche. Un ruido ensordecedor, un par de vueltas deslizándose sobre la nieve y el silencio. Jablonski abre aturdido la puerta del coche y contempla la situación: una bicicleta magullada, un rastro de sangre y el cuerpo agonizante de un adolescente en una zanja. ¿Accidente? Sin duda, pero aun así no exento de culpabilidad. En tan sólo siete segundos, la vida de un honrado policía puede irse al garete. En tan sólo siete segundos, la de un joven inocente se ha apagado para siempre.
De igual modo que en la aclamada ‘The Sinner’, el objetivo de la serie no será saber quién ha cometido el crimen -eso ya está resuelto- sino el suspense de saber si finalmente se encontrará al culpable y éste pagará por su falta. Además, nos evidencia algo: esas dos vidas que se han perdido en un accidente desafortunado -una por muerte, otra por desprestigio- no valen lo mismo a los ojos de la justicia y de buena parte de la sociedad estadounidense. Así lo descubrirá K.J. Harper (Clare-Hope Ashitey), la abogada de la fiscalía encargada de un caso que a las autoridades a las que representa no les interesa resolver. Y a ella tampoco mucho: vive hundida entre los traumas del pasado, ahogada en alcohol de garrafón y ocupada aprendiéndose cada canción de un karaoke de mala muerte. Sobre ella pesan las malas decisiones de su vida y las consecuencias que le han acarreado. Sin embargo, este caso, gracias a su inesperado compañero de la policía, Fish (Michael Mosley), se convertirá en toda una cruzada vital por recuperar el sentido de la justicia que ya creía haber perdido.
Y es que este caso no es tan fácil como parece: tras atropellar al joven Brenton Butler, los compañeros de Jablonski encubrirán el caso y se llevarán por delante a todo aquel que amenace con destaparlo. La complejidad de las cuestiones morales de la serie no paran de sucederse: ¿habría vivido el adolescente si hubiesen llamado a una ambulancia en lugar de dejarlo 12 horas desangrándose vivo en la nieve? ¿Se reduce la responsabilidad del policía si la víctima era, a su vez, un delincuente? ¿Es tal la hipocresía y desfachatez de un país en el que no todas las muertes valen lo mismo? ¿Hubiesen actuado de la misma manera estos amigos, representantes de la camaradería masculina más tóxica que ya veíamos en ‘Wind River’, si el atropellado no hubiese sido un joven negro?
LA CUESTIÓN RACIAL
Ah, claro, es que se me olvidaba comentarlo: efectivamente, Brenton Butler es negro. Y eso supone uno de los ejes centrales de toda la trama, que tiene como uno de sus objetivos principales reflexionar sobre el racismo institucional que aún predomina en la justicia estadounidense. Tras el accidente, Mike DiAngelo (David Lyons) y su ‘troupe’ lo esconden con la creencia de que la acusación podría usar a su compañero como cabeza de turco. No es un mal pronóstico: como sabemos, las muertes de jóvenes afroamericanos a manos de policías es una de las preocupaciones más polémicas -y reales- de los últimos años en suelo norteamericano. “Nuestro país tiene un problema”, comienza Harper en su alegato final ante un jurado popular. “Nuestros hijos están muriendo a plena vista, dejados como un accidente de carretera en nuestras calles y aceras. Encended las noticias. Abrid un periódico y leed los nombres. Cada uno es un mensaje claro para cada mujer, hombre o niño negro. Que nuestras vidas y nuestros cuerpos no tienen valor. Entonces, ¿cuántos nombres son suficientes antes de que nosotros, antes de que vosotros, digamos “ya es suficiente”?”, concluye la abogada, en un discurso que resume a la perfección ese mensaje que desprende la historia.
No es, sin embargo, un relato que se acomode entre los héroes y los villanos. Esos no existen. Sólo buenas y malas decisiones con las que tienes que convivir el resto de tu vida. “Esta serie no se puede etiquetar”, aseguraba Ashitey en Vanity Fair. “Y siempre pienso que es maravilloso cuando eso sucede en un guion, porque es así en la vida real: en lugar de tenerlo todo configurado, de decirle al espectador dónde están los héroes y dónde los villanos, aquí simplemente ocurre una situación donde se presentan a unas personas y cómo se enfrentan a ella”, añadía la actriz, que destacaba con orgullo esta reticencia del ‘show’ de Netflix a caer en los estereotipos de siempre. Desde luego, si algo tiene ‘Seven Seconds’ es una complejidad emocional tremenda y una mirada libre de juicios -¡paradójicamente!- hacia las acciones de sus personajes. Y es que, nos guste o no reconocerlo, a veces nuestros valores y nuestras acciones no van de la mano. En Estados Unidos, a un nivel de “espíritu nacional vs. realidad diaria”, parece ser el pan de cada día.
EL VERDADERO ENEMIGO
Hay muchos hilos de los que tirar en este fabuloso drama judicial que nos ha regalado Netflix, y que promete extenderse en más temporadas, con diferentes historias y personajes. Una pena: la pareja formada por Harper y Fish, auténticos protagonistas de esta ‘buddy cop movie’ encubierta, nos deja con ganas de más. Podrían protagonizarse un ‘Castle’ ellos solos. Aunque si hay que destacar a alguien que lleva la carga emocional de la serie, esa es la madre de Butler, interpretada por una Regina King en estado de gracia. El luto de una madre que ha perdido a su único hijo, y que está ahora preparada para cuestionar todos los aspectos de su vida, es sin duda el viaje más complejo de entre los miembros del elenco. Y eso es mucho decir: todos ellos poseen un arco dramático que avanza, se transforma y engancha.
‘Seven Seconds’ es la serie que tú, amante de los juicios de película ‘yanki’ y buscador de una serie adictiva para un buen ‘binge-watching’ de fin de semana, estabas buscando. Su ambigüedad es un regalo en tiempos de etiquetas predeterminadas y demagogias políticas. Además, acierta en presentarnos al verdadero enemigo de nuestra sociedad contemporánea. No son los policías corruptos, ni las mafias callejeras, ni los karaokes cutres: es la indiferencia.

Mireia es experta en cine y series en la revista FOTOGRAMAS, donde escribe sobre todo tipo de estrenos de películas y series de Netflix, HBO Max y más. Su ídolo es Agnès Varda y le apasiona el cine de autor, pero también está al día de todas las noticias de Marvel, Disney, Star Wars y otras franquicias, y tiene debilidad por el anime japonés; un perfil polifacético que también ha demostrado en cabeceras como ESQUIRE y ELLE.
En sus siete años en FOTOGRAMAS ha conseguido hacerse un hueco como redactora y especialista SEO en la web, y también colabora y forma parte del cuadro crítico de la edición impresa. Ha tenido la oportunidad de entrevistar a estrellas de la talla de Ryan Gosling, Jake Gyllenhaal, Zendaya y Kristen Stewart (aunque la que más ilusión le hizo sigue siendo Jane Campion), cubrir grandes eventos como los Oscars y asistir a festivales como los de San Sebastián, Londres, Sevilla y Venecia (en el que ha ejercido de jurado FIPRESCI). Además, ha participado en campañas de contenidos patrocinados con el equipo de Hearst Magazines España, y tiene cierta experiencia en departamentos de comunicación y como programadora a través del Kingston International Film Festival de Londres.
Mireia es graduada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y empezó su carrera como periodista cinematográfica en medios online como la revista Insertos y Cine Divergente, entre otros. En 2023 se publica su primer libro, 'Biblioteca Studio Ghibli: Nicky, la aprendiz de bruja' (Editorial Héroes de Papel), un ensayo en profundidad sobre la película de Hayao Miyazaki de 1989.