Contra todo pronóstico, las energías alcanzan a Pedro Sánchez, travestido de digno camino de China. Alguien tenía que hacerlo, pensará el hombre de las mil caras, el presidente juguetón que ha puesto en jaque consideraciones clásicas sobre el modo de gobernar una monarquía parlamentaria. Acaso el espejo sigue devolviéndole la imagen de líder inefable, de persona imprescindible, de mandatario abstraído de las cuitas diarias. Las noticias que cuentan las corruptelas descritas en los informes de las investigaciones en curso son calderilla en su ajetreada agenda de mesías. La efigie de Pedro Sánchez logra convocar un frenopático de votantes alarmados por la ascendencia construida golpe a golpe y en esa marejada, en ese lugar sin retorno, puede sobrevivir, azorado, a la deriva, por nombrar algunos de los eufemismos con que las crónicas sustituyen la palabra amortizado a lo largo y ancho de sus siete años en el poder.
En este proyecto geopolítico adaptado a la nueva corriente atlántica, viene impulsado por una fuerza que delimita la vergüenza ajena hacia fuera. Sánchez monta la frontera nueva alrededor de sus contrincantes, convocados a pelear con sombras. Sánchez es un bólido disparado hacia los confines de la actualidad. Impulsado por la materia oscura del personalismo, deja aterida a la oposición, que trata de descifrar el enorme montante de corrupciones, de movidas familiares, por si debajo, además de encontrar a María Jesús Montero, Ábalos o cualquiera de los alfiles utilizados como cebo, hallara el secreto que consiga reestablecer la presunción de responsabilidad en el poder. El advenimiento del jerarca de Bruselas mantiene en pie el mito romántico de su condición, ese abrevadero de la derecha. No existe ningún genio político expuesto en primera línea de la guerra comercial sino un presidente con una pregunta sin responder. Decenas de comentaristas políticos, tertulianos en nómina, periodistas charlatanes o comunicadores abrumados por el peloteo que reciben en los reservados, siguen sin formular el código de desactivación del fenómeno instalado al otro lado del telón: ¿de qué huye Pedro Sánchez?
Podría enumerar la ristra de ciénagas que llevan su nombre, ¿pero de qué serviría otro artículo impotente sobre el presidente que mejor ha entendido este tiempo repleto de distracciones, que hace de cualquier trapicheo antológico un bache efímero en su candidatura a Zapatero sin escrúpulos, a reyezuelo de Occidente? De nada.