La mandíbula que emergió del mar para poner cara a la especie humana 'fantasma'

En el año 2008, cuando faenaban a unas 15 millas de la costa, un grupo de pescadores taiwaneses recogió en sus redes una serie de restos fósiles entre los que había una misteriosa mandíbula humana. Los científicos bautizaron la pieza fósil como Penghu-1 (por el nombre del canal submarino donde se encontró) y aunque propusieron atribuirla a una nueva especie humana que vivió en el Pleistoceno, su naturaleza siguió siendo un misterio.
Aquel mismo año, un equipo de científicos liderado por Svante Pääbo secuenció ADN mitocondrial extraído de un fragmento de hueso del meñique de una niña encontrado en las cuevas de Denísova, en los montes Altái de Siberia. El hallazgo fue una enorme sorpresa, pues indicaba la existencia de una tercera especie humana totalmente desconocida, los denisovanos, que convivió con humanos modernos y neandertales.
Casi dos décadas después, un equipo internacional de científicos liderado por Takumi Tsutaya, del Centro de Investigación de Ciencias Evolutivas Integrativas (RCIES), ha secuenciado las proteínas óseas y dentales halladas en la mandíbula Penghu-1 de Taiwán y ha saltado la sorpresa. Los científicos han descubierto que se trata de un varón denisovano, un descubrimiento que une por primera vez las dos piezas de este puzzle y completa la historia evolutiva humana en el este de Asia.
Al analizar 4.241 restos de aminoácidos de 51 proteínas, los autores del estudio, que se publica este jueves en la revista Science, identificaron dos variantes proteicas específicas de los denisovanos en la muestra de Penghu 1. El análisis filogenético también confirmó que la mandíbula se agrupa con los denisovanos, diferenciándolos claramente de los neandertales y los humanos modernos. Estudios anteriores habían establecido que los denisovanos estaban estrechamente relacionados con los neandertales y se cruzaron con ellos y con los humanos modernos. Sin embargo, fuera de Siberia, solo se había encontrado evidencia genética directa de los denisovanos en la meseta tibetana.
Hasta el extremo de Asia
“Nuestro estudio revela nuevos conocimientos sobre la distribución y la anatomía de los denisovanos”, asegura Tsutaya a elDiario.es. “Antes se habían identificado molecularmente fósiles de denisovanos en Siberia y en la meseta tibetana, y en Laos se reportó un diente de denisovano estimado morfológicamente. Al ser zonas tan ecológicamente diversas, creemos que los denisovanos pudieron adaptarse a estos diversos entornos”.
Además de demostrar directamente que los denisovanos se distribuyeron ampliamente en el sureste asiático (algo que se sospechaba en los análisis de ADN poblacional, que muestra un mayor grado de hibridación con esta especie en la población actual), la nueva investigación también revela que las mandíbulas y los dientes de los denisovanos eran mucho más robustos que los de los neandertales y el Homo sapiens, que convivieron durante miles de años.
En cuanto a las fechas, al basarse en subidas y bajadas del nivel del mar y no en isótopos, la datación ofrece una horquilla muy amplia, entre 10.000 y 70.000 años por arriba y entre 130.000 y 190.000 años por abajo. La profundidad del mar entre la isla de Taiwán y el continente no supera los 120 metros, por lo que muchos yacimientos pudieron quedar sumergidos por el ascenso del nivel del mar durante los períodos más cálidos del Pleistoceno.
En cuanto a si la identificación de dos proteínas es suficiente para afirmar que era denisovano, el autor no tiene dudas. “Estudios proteómicos previos identificaron elementos esqueléticos denisovanos a partir de una sola variante específica o incluso ninguna variante”, afirma Tsutaya. “En comparación con estos estudios previos, solo dos variantes específicas son suficientes para identificar el taxón de este espécimen”.
“El fantasma de la familia”
“El estudio nos permite dar un paso más al reto de ponerle cara a los denisovanos, que son un poco como el fantasma de la familia”, asegura María Martinón, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH). “El análisis pone de relieve la importancia y el potencial de la paleoproteómica para caracterizar poblaciones humanas extintas y llegar a donde el ADN no puede llegar por la antigüedad y la preservación de material molecular”.
El estudio nos permite dar un paso más al reto de ponerle cara a los denisovanos, que son un poco como el fantasma de la familia
Esta especie comenzó siendo lo que se llama un linaje fantasma, en el sentido de que se conocía su ADN, pero no tenía representante físico“, suscribe Antonio Rosas, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC). ”Empezamos a conocer su aspecto físico“. A la vez, añade, el descubrimiento nos permite comparar otros fósiles hallados en China cuyo origen no estaba claro y que ahora pueden ser validados propiamente como denisovanos.

De los denisovanos sabemos todavía muy poco y no tenemos muy claro cuándo y cómo desaparecieron, señala el experto. “Son un grupo hermano de los neandertales. Es, por así decirlo, el equivalente de los neandertales en el extremo más oriental de Asia. Un grupo que evolucionó desde un antepasado común con los neandertales hace unos 400.000 años”. Al analizar el genoma de las poblaciones actuales, la huella de la hibridación con unos y otros está presente, y pudo tener valor adaptativo: el cruce con los denisovanos pudo ayudar a una adaptación más rápida a las zonas de gran altitud de esta región del planeta. “Eso es un argumento a favor de la hibridación adaptativa; te permite asimilar funciones biológicas y adaptarte de una manera mucho más rápida, te ahorras medio millón de años”.
Un mestizaje sin fin
“Me parece fantástico que las proteínas estén ayudando a situar estos fósiles sin contexto y que no encajan con el modelo de Homo erectus de China”, asegura el paleoantropólogo español José María Bermúdez de Castro. “En la parte final del Pleistoceno de China hay una variabilidad extraordinaria en el registro de fósiles humanos que tiene que ser ordenada. Las proteínas serán una gran ayuda, porque no hay suficiente información morfológica para obtener conclusiones robustas”.
En opinión de Bermúdez de Castro, es sorprendente que esta población se expandiera tanto hacia el este. “Sus genes se integraron en el ADN de los melanesios y, por supuesto, en nuestro genoma”, señala. “Todo apunta a que cuando los humanos nos movimos por todas partes y encontramos humanos parecidos hubo de todo, desde posibles enfrentamientos hasta hibridación”, concluye. “A medida que avanza la paleogenética vamos viendo ese mestizaje tan interesante entre todos los humanos de finales del Pleistoceno, excepto en África”.
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